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Bienvenidas!

Soy Maria Clara, una persona positiva, alegre, curiosa por conocer mejor a las personas, lo que sin duda me motivó a estudiar Psicología. Lo que era imposible imaginarse era uno de mis compañeros de clase, Juan Gabriel, terminaría siendo mi esposo.

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Después de 15 años de vida profesional en Colombia, casi siempre en el area de Recursos Humanos, en el 2011 decidimos no solo mudarnos a USA para ofrecerle un mejor futuro a nuestros hijos de 4 y 2 años en ese momento, sino también que yo me dedicaría a ellos de tiempo completo.

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Sin duda alguna, ambas decisiones fueron las mejores. Sin embargo, fueron muchos los días de incertidumbre y las lágrimas derramadas porque sentía que estaba perdiendo no solo mi status como profesional, sino tambien gran parte de mi identidad como mujer.

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Nuestro primero hijo, Juan José, nació en el 2007. Yo me sentía plena, con todo bajo control. Era una mamá feliz, con un marido maravilloso, en una ciudad que nos brindaba todo y más de lo soñado tanto social como profesionalmente. Y de repente, a finales del 2009, todo cambió.

Una visita médica prenatal de rutina se convirtió en una cesárea de emergencia por sufrimiento fetal. Nuestro segundo hijo, Alejandro, llegó un mes antes a nuestra vida, con muchas complicaciones y 22 días en cuidados intensivos.   

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Esta situación derrumbó por completo la ilusión de control que yo creía tener sobre mi vida. La experiencia mágica de la maternidad y la ilusión, fé y optimismo en el futuro, fueron brutalmente reemplazados por tristeza profunda, angustia, incertidumbre, y sentimientos de culpa.

¿Qué hice mal? ¿Qué pude haber hecho mejor? ¿Cómo puede uno volver a disfrutar de la vida, después de un evento tan traumático? Pasaron varios años sin sentirme de nuevo verdaderamente feliz, sin embargo, ahora entiendo perfectamente que ese momento tan difícil se convirtió en un nuevo comienzo para mi como mujer y para nosotros como pareja y como familia.

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Ni mis 15 años de experiencia profesional como psicóloga pudieron prepararme a la angustia profunda y tristeza devastadora de tener un hijo con necesidades especiales.  

Me sentía muy triste, sola. Me daba tan duro ver a mis amigas con sus hijos sanos que inconscientemente me alejé, lo que obviamente empeoraba el sentimiento de soledad.

En medio del stress de diagnósticos médicos, diligencias burocráticas, intentar balancear nuestras obligaciones profesionales con las demandas de tiempo de dos niños pequeños, recibimos la noticia del traslado laboral de mi esposo a USA.

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Al principio entré en un modo de negación absoluto. Mi vida ya estaba “patas arriba”, más en una ciudad conocida y en mi idioma materno. Era impensable considerar cambios adicionales. Después de mucho diálogo y análisis, decidimos aceptar el traslado para poder permanecer todos juntos como familia. 

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Los niños se adaptaron rápidamente a sus nuevos entornos. Principalmente por ellos, yo aparentaba ser fuerte y estar bien, pero por dentro, los días eran incontables horas de ansiedad. Dormía mal, ganaba peso, y me dejaba a mi misma como la última prioridad de la agenda de cada día. Me sentía totalmente perdida. No sabía ni por donde comenzar a procesar la realidad de tener un hijo en condición de discapacidad, con parálisis cerebral y retraso en el desarrollo psicomotor, quien dependerá por siempre y para todo de mí. 

Soñaba con volver a “encarrilarme” y vivir la vida que yo merecía, una vida feliz y balanceada. ¡No fue para nada fácil, más lo logré! No fue un instante, libro, tratamiento o píldora mágica. El cambio solo fue posible cuando entendí que la raíz de mi angustia y de mi infelicidad era mi propia actitud.

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Yo necesitaba ponerme en primer lugar, para así poder ayudar a mis hijos y a otras personas. Yo necesitaba aceptar mi realidad inmodificable, con amor y no con culpa. Yo necesitaba re-encontrar mi pasión por la buena alimentación, el ejercicio, y los hábitos saludables para sentir de nuevo autoestima y bienestar.

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Soy plenamente consciente de mi capacidad para tomar mis propias decisiones, y de la libertad que me doy para explorar nuevas perspectivas. Soy yo misma la que me ofrezco una vida repleta de posibilidades, optimismo y esperanza.

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Los desafíos de ser mamá, especialmente de un niño especial, jamás terminan, más confieso que he logrado encontrar mi punto de equilibrio interior.

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A partir de mi testimonio de vida, tengo muy claro que ayudar a otras mujeres a modificar sus hábitos y transformar sus vidas es mi verdadera pasión. Por eso decidí certificarme oficialmente en Nutrición Moderna avalada por la Universidad Global de la Florida y como Health Coach en el Functional Medicine Coaching Academy.

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¿Quieres transformar tu vida a partir del cambio de hábitos y de manera sostenible? Yo quiero ayudarte, escríbeme y te responderé.

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